Egipto es un país proteccionista y, por miedo, el gobierno subvenciona productos básicos, como el pan o la harina. "El Estado" -dice Luna- "debería ser capaz de crear suficiente riqueza para ahorrarse estas subvenciones y que la población pudiera adquirirlas con sus propios salarios". Por tanto, el gobierno sabe que no debería hacer estas subvenciones, ya que de esta forma el pueblo depende mucho del Estado y, si deja de subvencionar algún producto, empieza el malestar social y las revueltas.
Las privatizaciones son otro factor que han causado las revueltas. En los últimos años, Mubarak ha ido privatizando empresas públicas y las puso en manos de personas de confianza para el gobierno, como su propio hijo. Esto ha dado lugar a la creación de "camarillas" de negocios, tal y como las llama Luna. Con el paso del tiempo, la población se ha dado cuenta de estas actuaciones por parte del Estado y su descontento ha ido en aumento. Esto ha provocado el aumento de la corrupción dentro del gobierno, la cual cosa es muy perjudicial para la economía de cualquier país. En Egipto, por ejemplo, para poder abrir un negocio propio, no se valora si es una buena iniciativa, más bien lo que se tiene en cuenta es si se tiene un vínculo con algún miembro del Estado. "Desgraciadamente, hay unos que manipulan el país y los otros van detrás", indica el jefe de la sección de Internacional.